SERIE: TOMANDO UNA DECISIÓN INFORMADA - Día 6

Reflexión:
La vida no es un logro humano. No es un proyecto personal ni un derecho adquirido por méritos, esfuerzo o deseos. La vida es un don. Un regalo divino. Y como todo regalo verdadero, tiene origen en el amor de quien lo entrega: Dios.
Cuando el Señor le habla a Jeremías, no le recuerda sus capacidades, ni le da razones biológicas o sociales para justificar su existencia. Le revela algo más profundo y eterno: “antes que nacieses, te conocí”. ¡Qué afirmación gloriosa! La vida comienza mucho antes del primer llanto o del primer latido detectado. Comienza en el pensamiento, la voluntad y el amor de Dios.
Hoy más que nunca, la Iglesia necesita recordar y enseñar esta verdad. En medio de debates sobre cuándo comienza la vida, quién la merece o si puede interrumpirse, necesitamos levantar la voz profética que declare: la vida es sagrada porque es un regalo de Dios.
Cada ser humano, sin importar su condición, salud, etapa o entorno, ha sido intencionalmente pensado y amado por el Creador. No tenemos derecho a disponer de lo que no nos pertenece. Por eso, la defensa de la vida no es sólo un acto social, es un acto de fidelidad al Dador de la vida.
Desafío:
¿Ves la vida de los demás como un don divino o como un derecho humano condicionado? ¿Estás enseñando desde tu púlpito que todo ser humano es parte de un plan eterno de Dios?
La Iglesia debe ser un lugar donde se honra al Creador amando Su creación. Defender la vida es una forma concreta de adorar a Dios, puesto que nuestra adoración es por lo que Él es y sin dudar sabemos que Él es vida.
Oración:
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