Desde la intimidad… hacia el impacto
"Y Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar…" — Marcos 3:13–14 (RVR1960)
Reflexión pastoral:
Antes de enviar, Jesús llamó. Antes de predicar, los hizo estar con Él. Así es como comienza todo ministerio fructífero: no desde la agenda, sino desde la intimidad en la presencia del Padre. No desde el ruido tortuoso de este mundo, sino desde el silencio en el cuarto con el Padre.
Durante esta serie, aprendimos que el Dador de Vida no nace del activismo ni del juicio. Nace del quebranto, de la Palabra, de la oración, de la adoración, de la comunión con Dios, de vivir el evangelismo. Aprendimos que primero hay que escuchar lo que Dios nos está diciendo, para luego hablar y hacer lo que Él nos dice que hagamos. Hemos aprendido que hay que rendirse, para luego servir. Que hay que adorar, para luego impactar.
Pero ahora, después de haber estado con Él, llega el llamado a salir. No como expertos, sino como testigos de su gracia y bondad, de su amor por los perdidos, y por sobre todo, por aquellos que son indefensos y necesitan de nuestra voz para protegerles. No solo con información, sino con corazones sensibles al Espíritu Santo. No solo con argumentos de acuerdo a la cosmovisión bíblica, sino con una compasión redentora.
El campo misionero causado por el aborto necesita iglesias que no se escondan. Iglesias que no solo prediquen desde el púlpito, sino que entrenen desde la sala de oración. Que preparen a los creyentes que hablen con verdad y escuchen con amor. Que sostengan a las débiles, sanen a las heridas, y abracen a las rechazadas.
Este es el tiempo. El Espíritu Santo ya está hablando. ¿Estamos escuchando?
Desafío:
¿Serás tú ese creyente o pastor líder que no vive el evangelio de palabra solamente, sino de su presencia? ¿Será tu iglesia ese lugar de entrenamiento espiritual para el campo más urgente y que está destrozando corazones? ¿Serás tú quien levante la voz por los desvalidos o te quedarás sentado indiferente?
Que tu sí sea total, que tu corazón sea dócil y que tu vida sea útil.
Oración final:
Señor Jesús, gracias por llamarme primero a estar contigo y crecer en mi relación personal. Ahora que me has formado, envíame con Tu unción. Hazme sensible a Tu voz, valiente para actuar y humilde para amar. Que mi vida no sea una fachada, sino un canal por donde corra Tu vida. Haz de mi iglesia local un refugio, un altar, una escuela y un lugar que impulsa a otros.
Para que hasta los confines del dolor, llegue el poder de Tu redención. Amén.
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